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Una utopía cósmica en altamar
O la historia errante envuelta en una copa y una botella.


Hace un tiempo, en algún lugar cuyo origen no recuerdo -o no quiero recordar-, leí que una utopía cósmica era pretender meter la luna en una botella y, seguramente, enviarla al mar. La luna me hace pensar en un mensaje inconquistable, de esos cuyo destinatario navega por ahí en el mar; en ese orden de ideas, estas letras son una utopía cósmica, son un mensaje inconquistable para un destinatario que está navegando en algún lugar del mar. 

Y tú, como destinatario, sabrás que esta es otra de esas utopías que navegan en el mar, buscando una sombra, una isla perdida que les salve el naufragio repentino, el mismo que las lanzó a andar. Tú, que tanto sabes de viajes irreversibles, sabes lo que se siente echar andar, sin más, con ansias de caminarte el mundo a punta de café y sueños; siempre te admiré la ligereza, esa misma que descubrimos juntos cuando nos encontramos despistados en una noche sin sueño, se nos cruzaron las vidas y decidimos sentarnos a hablar. Ya sabes, no deja de ser curioso cómo nos envolvió la vida, sin aviso y de repente estábamos coqueteando juntos con la eternidad.

Era viernes, por descarte, pudo ser fácilmente cualquier otro día. No faltaba mucho para las tres cuando se nos ocurrió saludarnos, cruzarnos los trabajos y conversar extravagancias mientras se desencadenaba un aguacero rítmico, arropando la ciudad.
El afán de las cuatro menos un cuarto nos sacó del edificio, y empezamos a caminar sin rumbo, como tú decías, al borde del vacío. Fueron diez cuadras quizá las que recorrimos, hasta que mudamos las palabras y decidimos ir por una copa. Me alcanzaste y me llevaste a caminar por un par de árboles mojados, en ese corredor encantado por la noventa y cuatro con trece. Entramos a un sitio lounge, empapados, con el glamour en el piso y tomados de la mano, sin tener muy claro qué acababa de suceder.

-Échate un trago, bonita –me susurraste y nos lanzamos a hablar, reinventando un poco el día. Y las copas vacías tintineaban, reflejando rayos de un sol dormido, como un prisma ensombrecido con rescoldos de lluvia, hasta que con un beso, dos, o tres me enmudeciste las palabras. 
¿Recuerdas el trancón asombroso de esa media tarde? La risa ahogada que soltaste y cuando se nos cayó todo ese informe al agua. Así nos cayó la vida, amor: de un golpe, de un tajo, así y aunque algunas cosas queden suspendidas, la vida aterriza y a veces lo hace en los lugares más inesperados.

Después de un par de meses agitados, nos llamabas utopía y nos aferrabas a ese sin-lugar que nos llenaba de luz hasta las entrañas. Incluso cuando supiste que te irías al fin del mundo, nos llenamos de luz, de paz, de inquietud y de miedos a ciertos fantasmas. Soñamos con el espacio que existe entre gota y gota de lluvia que caerá al mar en el que encontrarás esta nota, y prometimos que nuestra historia plena de lugares comunes encantadores y risas frescas al ocaso, iluminaría estantes llenos de historias, no para terminar el día, sino para comenzarlo. Y me nombraste infinito y yo te nombré sueño no soñado; me amaste sin voz, y yo te desdibujé los labios.

Lo que más amé de amarte tanto, vida mía, fue podernos envolver juntos en brevedad; saberte ido, saberte vivo, saberte efímero me llenó de vitalidad. Y yo te pintaba, y tú reías; yo cantaba, y tú me abrazabas mientras dormía. Y ya sabes, de cuando en vez acariciábamos juntos el amanecer. Me buscabas, te encontraba, me preguntabas: ¿de dónde vendrás, señorita atemporal? Éramos así, amantes de lo invisible, tal vez en constante delirio, y uno exquisito.

Al lanzar la botella al agua, sé que estas letras llegarán a ti tarde o temprano, pero en el instante justo, después de todo, creo con firmeza en la puntualidad del azar. Sé que las encontrarás vagando, y tú, que tanto crees en el destino, de una vuelta a la tuerca sabrás a la perfección de que te estoy hablando.
Sin tenerte te tendré siempre, como finitud y como brevedad, aún ignoro si por eternidad; en mi vida estarás dos veces: como ficción y como recuerdo. Tal vez te vea en otra vida, tal vez te pierdas en las hojas y los pliegues del tiempo, pero de alguna forma ahí estarás. Esa es quizá tu pequeña victoria. Supongo que al final el olvido no existe, que podré encontrarte en una esquina cualquiera y que te veré por ahí, enredado en los hilos de mis propias historias y de las historias de otros, extraviado en el mundo, como un fragmento de ensueño.
Cito tus –quizá- más hermosas palabras: Sometimes being with someone is pretty different than we thought; let someone go, love someone without chains, without past and without future, even when actually someone is leaving, may be it is the real love. Nobody has nobody. Present is a gift.
Y sabrás que cuando vuelva a ese cielo, mi primera palabra tendrá tu nombre. Ahí te va un beso eterno mientras tanto. 



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