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En eco avivadas...

Traes en los ojos una auténtica multitud errante. Le escapas a un recuerdo (o a tantos) del cual buscas ecos siempre. Sí, los has encontrado en los días; en poemas; en brumas viajeras; a veces en cabellos oscuros; en dedos sobre teclas de piano y a veces aquí, en el centro de mis labios, así no los hayas tocado, ni en sueño errante, ni en algún deseo equivocado.

Puedo verte bien. Traes los ojos brillantes de ver tantas sombras; las personas somos tan sólo reflejos de tu memoria. Buscas aquí lo que un día viste desvanecer palpándolo.

Y yo,
de pie,
y aquí,
soy tan sólo un eco más de los retazos de tu invisible historia.
Mírame aquí,
ante ti
y danzo a tu nombre como una sombra.

A veces, cuando de repente percibes estre brillo enardecido sobre mis ojos, te escabulles entre sonidos turbios y aguas para chocolate.

A veces, a veces lo sé tanto...
Sé, como sabes que sé que no soy más que ello: La muda sombra. Un ensueño tenue, una amiga dulce y si acaso una voz suave en el interludio de tus diálogos de remebranzas: La luz azul de una pintura de Rembrandt.

A veces, también, vuelves a verme y sueltas algunas letras, mientras te sobresaltas. Un silencio turbio precede la instancia y mi silueta de nuevo se torna esquiva, de nuevo brota la sombra instantánea.

Huye pues, no soy quien para retener tu memoria. Pronto verás con claridad lo que aquí reposa.

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